jueves, 29 de diciembre de 2011

Bajo efectos...

En el dorso de su edad se destejía en mis leves experiencias. Bastas, bizarra
Pasivas, activas, con lo senos templados.
El severo acontecimiento del moco cervical, la corriente sanguínea de su erección
y la muestra de colores en su hipotálamo, equilibrando las uñas cortas,
muy cortas, en negro o no sé que color. Otro cigarro
y entran las ganas vacías de baba entre los lados: izquierdo-derecho-derecho y centro
de la lengua impenetrable.
Pudo haber sido locura, quitarse las ropas, o romperlas, o quemarlas encima,
bajo el efecto blanco, en la suciedad de los pies. Puedo haber sido penetración,
miradas, rasguños, golpes...
el límite
.
.
.
y ahora el dominio imberbe de la paradoja de los treinta
y la propaganda del sexo adquirido en la boca conocida del treinta entre dos.
se repite, treinta, mitad y dos o tres; para mencionar el asco de este lado y del otro.
¿Quién necesita coherencia si se tiene más que un lexotanil?

No era esto lo que querías, pero es esto lo que te doy, bajo el estado que me encuentro (música, pupilas, habitación, desnudez, escombros) ¡Confórmate, hasta que seas grande!

lunes, 26 de diciembre de 2011

X

El ojo izquierdo tiene un tic insolente que se hincha y se desangra la nariz que parece crecer cada día más.
Antes no se creía partícipe de amor con seres ocupados, o preocupados por la cama de una mujer, o de un hombre, porque siempre sabe elejir (así, no sabe aún escribir correctamente la palabra) y entonces siente frustración por su pedofilia, por su ciclotimia y la claustrofobia en los buses.
Hace un año que encontró su espejo y de la misma manera lo rompió. Descubrió un fatídico enlace cósmico entre las personas de este medio y el otro, con grietas y basura, no lo conoce, pero surge a través de colores impuros y a veces espectros de luz radiante como gorros de baño, así como las botellas de vino. 
El líquido le hacía desmayar, pero la botella tenía la perfecta forma y el frío que le daba placer entrando en la vagina, de rodillas en el baño de su habitación, la habitación del pervertido, que aveces era solo el cuarto de risa. 
La depresión alterna como los dibujos de la pared: Un espantapájaros, un juglar, un rostro hundido en un espiral azul, violeta y rojo y una gama de bajas memorias que le caracterizan. Cada vez que cambiaba a su condición de hipomanía, cambiaba su nombre, su forma de gestos en los labios, como si le molestasen los dientes y la lengua, la lengua que lamía sus dedos para acariciar sus pezones en la soledad.
Sólo estos días se había masturbado unas 16 veces, insistiendo en llegar un hilo de saliva espesa a los pezones, en sangrar los codos e inventarse una nueva forma de placer, mientras comenzaba el siguiente juego, consecuencia de su mirada, la que era otra, no el que se nombra al final.
.
.
.
Y las últimas palabras leídas:
"Pervertida te deseo.
  • No limites"

sábado, 24 de diciembre de 2011

El hilo de seda

"Fue una espera interminable. No sé cuánto tiempo pasó en los relojes, de ese tiempo anónimo y universal de los relojes, que es ajeno a nuestros sentimientos, a nuestros destinos, a la formación o al derrumbe de un amor, a la espera de una muerte" (Fragmento de El Túnel)
Dime su nombre y fracturaré sus huesos.
No creas que tengo una sonrisa calmada cuando me dices que te molesta que pregunte su nombre.
Preparo mis dedos delgados. No entiendes aún el propósito, dime su nombre y también romperé su cabellera, no importa el color. 
Busco las agujas de doble abertura, inyecto el líquido, y el que se derrama lo puedo lamer conscientemente mirándote a los ojos.

También sonríes, pero sientes piedad. No te encuentras entre tu propia barba, tu propia mirada adjunta a la desnudez. ¡Vamos, no te niegues!, dime su nombre ¡ Maldición, tengo calma! Yo  cortaré las telas, sus dedos y te dejo su vientre para dormir, lo prometo.
En la siesta mueve las manos, expande tus venas, altera tus erecciones, agita un poco, sólo un poco. No me hagas daño con la marcada cadera de tu demacrada figura. Besar tus costados me harán el amor.
Luego de la siesta sal de la habitación, piensa que no volverá, después de todo tu has entrado siendo una máscara de perversión.

lunes, 19 de diciembre de 2011

Lunes

"porque uno cree que el verdugo se va a rendir, a cansar..."

Si, te maté. Fue entonces cuando sonreí y salí a la calle a comer hamburguesas con el tipo que hago sudar sin tan siquiera tocarme.
Fue breve, mejor dicho, qué rápido accediste a colocar el cuello, y el punzón terriblemente oxidado parecía suplicarme que por favor lo hiciera, así como tu, así como el drama.
Ya no me importaba lo que dijera Wilde o lo que dijeras en tus poemas impecables e incomprensibles.
Te vi tan decidido a querer ser degollado, aplastado y  olvidado que no lo resistí.
Ya luego de las hamburguesas (una y la mitad de otra que dejó el tipo aquel)  me despedí y fui al encuentro de la música, con mis pantalones rotos. 
Le dije "hace mucho que no hago el amor" y el respondí con la misma frase. Hasta un lugar oscuro, de piso rojo, caminamos y mis caderas encima de sus muslos se insinuaban, mientras mis manos con uñas violetas acariciaban su rostro de grandes ojeras y preocupado porque lo viera alguien amigo de su mujer.
¿Qué uso podría darle al detalle del momento?, podría ocultar sus largas patillas de rockero de los 90, entre las caricias y el susurro al oído "quieres acostarte conmigo"...
Y no olvidaba tu nombre ni los días que contamos de tu venida. Pero como disfruté cuando sus manos entraron por las roturas de mi pantalón. Nervioso, con esos gestos de no querer ser descubierto por nadie más que las lámparas de colores colgadas en los árboles. Mientras sonaba algo del buen rock de los chicos de no sé que ciudad, tu descansabas en el agujero de mi mente, en la sangre del punzón, en tus libros sin dedicatoria que te llevaran a la gloria, porque después de la muerte es cundo eso sucede.

domingo, 4 de diciembre de 2011

IX

"No tendré ninguna compasión te traumaré y tus piernas temblaran al sonido de mi voz ..."

Llamándote "niña, niña, niña (...)" deberías venir a tragar de todo esto que brota por el pantalón y no resiste la cercanía de tanta gente. Todos alrededor sonriendo como pájaros sin ramas, bastardos, malditos que se encierran en sus masturbaciones y luego niegan hacerlo.
Podría ahora mismo, sacarlo de ahí y frotarlo vulgarmente sin importar la cara de mi madre. Ella que hasta hace unos días decía ir a ver bisuterías, y volvía con ese olor. Mejor ni mencionarlo.
Pero tu y tu perversión inocente, ¿qué ofreces? una chica de senos medianos, blanca, de cabello largo para mi preferencia, para disfrutarla, mientras tu solo tienes un orgasmos prematuro al mirarle los pezones.
Me haces pensar en tu primera experiencia. La que me contaste. ¿Y cuando pasarás la lengua por un clítoris, solo para complacerme?
Vamos a hacerlo ahora, déjate incitar, que lo tengo duro. 
.
.
Suena al fondo un poco de Zapato 3 y no me concentro en la canción sino en esta maldita distancia. Esta sangre que no sale de tus venas, de tu ano, solo en mi maldita fantasía que me jode y te dice siempre "Ven, niña, niña, ven"
Tu, allá, finalmente acabas y yo sigo rodeado de gente que últimamente parecen desconocer los orgasmos, las masturbaciones, el sadismos, la violación, y las ganas de apretar por el cuello y escupir el rostro de la mujer que me hace su sombra, su penumbra, su imaginación.



jueves, 17 de noviembre de 2011

Mañanas de buses

Lamer una, dos, tres veces en la entrada del hotel, al cruce de la esquina, por no llegar.

He pensado insistentemente que la idea de subirse a un bus, para mi, es un delirio de esperanza: Miro primero quien está de pie al final del pasillo del angosto y sobrecargado vehículo. O huelo sin importar el físico y me acerco, me acerco, un poco más y sucede, cómo ciertas partes del cuerpo, muy notables, obviamente: extremidades; obviamente, poco notables: el brillo entre los poros, roza suavemente la espalda. Siempre de espalda.
Se acerca y el juego es risa interna y pálpitos hormonales que descienden de la fascinación del no beso (muy romántico y costoso), la fascinación del no sexo (muy rpofundo para el momento). Casi siempre es de mañana, los olores frescos de las colonias incitan, y de aquellos que se han fumado el cigarro de la mañana. Si es de piel blanca, ¡mejor!, si parece de 29... me quedo a moverme con la inercia del bus en los únicos dos semáforos que atravieso, en las únicas 9 paradas casi obligatorias.
Las mañanas en los buses, son como quedarse en la esquina del hotel, y hasta quizás terminar sin necesidad de entrada.

jueves, 27 de octubre de 2011

De los pasillos solitarios

Estaba solo el lugar. Hacía brisa fresca y se sentaron en un pasillo.
Ya no estudiaban ahí, solo iban de vez en cuando a pasear.
Ella fue al baño y le excitó la idea, y se imaginó que él entraba y le bajaba los pantalones, se lo chupaba ahí y luego él se lo metía, y nadie entraba.
Se detuvo un rato esperando que existiera la conexión mental, pero el no hizo nada.
Ella salió y él le dijo "tenía ganas de entrar al baño a cogerte... me incita la soledad de los pasillos".
Ella se rió y lo pensó una y otra vez.
Se levantó y con ese gesto en sus ojos lo invitó a entrar.
Así fue. Ella le bajó los pantalones, se lo chupó y se volteó para que el la penetre, así fue, también.
En un santiamén el se venía al fin ... Unas chicas entran al baño, pero el siguió y lo sacó dejando derramar todo el líquido en la pared... ¡Uff! ¡Divino!
Y las chicas hablaban de fajas y barrigas. Se reían y hablaban por teléfono mientras el líquido seguía bajando por la cerámica blanca y ella se reía silenciosamente sentada a medias en el inodoro y con los pantalones y pantaletas hasta el suelo.
Se fueron luego de un rato, y ella sudada, tomó los libros y bolso, luego de subir su pantaleta y pantalón negro del uniforme de maestra.
Salió, y al golpe de puerta (la señal salió él más atrás).

lunes, 26 de septiembre de 2011

Me confieso suicida y loco...

Este soy yo... ahora, mi depresión.

Si, lo pienso cada  segundo. Me escondo de mí entre el fango y la risa falsa. Tengo un espejo que rompí esta tarde porque me encontré. Me fui al armario y me encontraron las cucarachas y ratones. Me temo, me temo hasta las uñas. Se que me haré daño.
¡Esta maldita reputación!

No siempre todo fue malo, tengo la virtud de recuperarme de mis depresiones. Ya antes me caí en el baño, el baño que es mi refugio contradictorio a mi claustrofobia. Era un poco de cafeína y algo más que no recuerdo. Nada complicado, sencillo. El problema es que no hablo ni como, era fácil caerse. No hay razones concretas: no son personas, ni espacios, ni situaciones, ¡Soy yo!.  Yo soy mi depresión, mis caídas, mis desgracias, mis fantasmas son míos y me poseen porque los dejo entrar.

Tocan la puerta, esta vez. Antes eran voces, un enorme demonio que se burlaba de mí que me hacía tropezar y golpear cuando aparecía de frente. Una estaba molesto y al verlo casi me fracturo las costillas. Fue mi demonio más grande.
Tuve uno pequeño que me llamaba “loca” a mis espaldas. Cuando volteaba ya no estaba, se iba al segundo.
Esta vez, lamento repetir, tocan la puerta, por las noches. Cuando logro dormir, vienen y me despiertan. Ahora mi mente tiene una puerta, al menos golpean para entrar, y yo no les abro, pero están ahí.

Me cortaré el cabello, lo he pensado. Me aferro a él porque es mi punto de escape. Si no tuviera un cable a tierra que sale por la abertura de mi vientre, constantemente en fotos de hace seis años, yo, por fin me entregaría a mi locura. Puede olerme, se ha enamorado, ya no soy el pervertido, la locura me pervierte, me viola. Ya no soy más...

Estos días no he usado pastillas, quizás un poco de café. Sería fácil para estos egoístas compañeros, consumirme como yo a ellos, como tener sed y beber agua. No he comido... nuevamente.

Me escondí, no quiero encontrarme. Evado la música. La música, el café, el piso ( y eso que no tengo ya cama; duermo en el colchón sobre el piso, y nuevamente las cucarachas rondan muy de cerca mi cabello, y mi boca abierta para dormir).

Quiero quedarme sola, finalmente deberé aceptarlo, con mis demonios, mis vicios, mi locura, mi llanto, la claustrofobia, los malditos rastreros y finalmente, con la muerte.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Conteo desconocido










Ahora, me gustaría tener una agenda con portada terciopelo, para acariciar, mientras miro la lista (desconocida) de erecciones que he provocado en tipos extraños y conocidos ...
sin llegar al contacto físico.
Mi juego de incitar, excitar, abandonar.

martes, 6 de septiembre de 2011

VIII (del placer y el dolor)

Yo quiero que usted sepa que al besarme las caderas, me gustaría que apriete mis muslos y los muerda; porque donde hay grasa hay dolor, y el dolor es placer.
Sujete cerca de mis rodillas, hunda sin sutilezas sus dedos y haga parecer su mano un manojo de herraduras. Moldee mi piel a su gusto y sonrójela, con halagos táctiles y patentes.
Yo quiero que sepa que si sube a mi pecho, me gustaría que muerda fuertemente por debajo de su forma de copa, beba un poco, y saboree mi costado reflejado al retorcer mi cuerpo delgado en su cama.
Penetre suavemente, pero por favor, haga ese gesto de disfrute, ese gesto que a veces se hace de indiferencia.
Hágame a un lado, muerda mi espalda.
Yo quiero que usted sepa que mis lugares oscuros se abren con sus dedos, que ellos son sus llaves iniciales, y que luego puede empujar, con un tronco si es que lo anterior no ha funcionado.
Yo quiero que agarre mi cabello como  víboras malditas, que las apriete y asfixie. Si me deja con sed, quiero que sepa que cualquier líquido,  sería oportuno para saciarme, así que si ofrece compasión, derrámelo en mi boca, para calmar esta deshidratación.



miércoles, 31 de agosto de 2011

VII

Una plaza... el mal Heavy Metal del grupo desconocido. Sus sombreros de cuero y franelas cortadas vulgarmente para exhibir los costados. Su primera borrachera pública, el extraño sabor del olvido del chico de la otra ciudad, su momento de viaje cósmico negándome la oportunidad...
Sacó 2 Bs.F y le dijo: "Te pago 1 Bs.F si te lo dejas mamar aquí, ante tus amigos y todas esta gente que nos rodea."
-Te pago tu Bs.F y te dejo los 2 Bs.F si me das dos mamadas aquí mismo-. Esa fue la respuesta.

La risa inevitable. El suelo mojado, su pantalón mojado y roto hasta la exhibición de sus nalgas. El humo de los porros, las gotas de los árboles escurriéndose. Cazador malherido. Otra risa, la batería del teléfono descargada.

Habría deseado ir detrás de cualquier escultura, o la otra plaza de más allá, entre la oscuridad se lo habría hecho, pero ella se fue, sonriendo a la gente que se drogaba y los tragos pasando a destiempo. Consiguió al chico con que salió de casa y se fue.

Mal día para un pervertido....

viernes, 26 de agosto de 2011

Más allá del asco del amor...

Si pudiera diría el color de sus ojos. No lo recuerdo. Pero recuerdo perfectamente sus pies, su costado izquierdo, su frente, su cabello de estopa corta enroscada, su lengua y sonrisa, y su… su…

Al salir del baño nos sentamos en una cama pequeña, ajena, con sábanas de no recuerdo que color (Debería yo asistir a las fotos para recordar el detalle de los colores de las sábanas, últimamente carezco de memoria a largo plazo). Yo llevaba una toalla y me agaché para llenar mi cuerpo de crema con olor a cayenas y rosas. De pronto sus manos entraban por mis piernas a medio abrir y sin darse cuenta untaban al mismo tiempo la fragancia.
Tenía la piel morena, no como cualquiera; era la piel cubierta por las letras del sol, los pies limpios, y tocaba con la experiencia misma (tan personal y suya) del chico que ha conquistado mujercitas, mujerotas, y mujeres.. mujeres, en su estado de etílico movimiento sanguíneo o bajo el nombre de María. Que Dios lo bendiga por eso. Yo le habría puesto, (si nos hubiéramos encontrado una segunda vez)  la línea de la Reina entre mi vello púbico y mi ombligo nada más para ver como desaparece entre sus fosas mientras corre el fluido de mi vagina al colchón. 
Sus manos tocaban mi lengua y mi lengua lamía su pene. El asco del amor, la mierda del amor... la penetración del amor, el semen del amor, el sexo del amor.
Acabadas dos veces, así, sin más detalles, lamí de nuevo hasta su cuello, y hasta la oscuridad debajo de sus testículos.

Salí a darme un baño, nuevamente, y comprendí lo que hay más allá del asco del amor...

domingo, 26 de junio de 2011

La habitación vacía

La habitación vacía. Hacía algún tiempo que no notaba la soledad de su cama.

“I can’t quit you baby” le dio el ambiente. El cabello mojado aún, pues acababa de salir de la ducha. Cambia la pista (ella anhelaba los discos de acetato con los que descubrió a Judas Priest, Scorpions y algún otro que ahora le cuesta hacer imagen… pista en transito “Black country woman”)

Seguía sin colocarse la ropa interior, sólo el cabello le cubría el pecho, y se miró al espejo, sensual, deseada, y comenzó a bailar. Le hizo un baile imaginario a un par de chicos con los que ha deseado revolcarse desde la cama, hasta el patio “y la casa del perro”. Tiene epilepsias en la cintura, palpitos involuntarios en los labios internos y  el ritmo de la armónica que le hace expandir el clítoris deseoso de entradas y salidas de minutos y minutos.

El relax seguía mientras ella danzaba hacia la TV, colocaba una porno de muchachas jóvenes y blancas con areolas casi del color de su piel.

…suena el teléfono: “aló, ¿estas ocupada? (Barracuda esta vez al fondo. Todo progresa al nivel de una canción tras otra, una fusión de Heart, Led Zeppelin y Pink Floyd y aún no le permiten masturbarse. Entre atender la llamada, colocar la película y cantar mientras el muchacho habla al teléfono, el cabello se le va secando y se va mirando despeinada; extrañamente eso la hace más delgada y baja de estatura de lo que es..)

-No, sólo estoy escribiendo. (Silencio). –“¿Umm, quieres ser mi puta esta noche? Es domingo, yo podría pasar a buscarte”.

Pobre chico, solo la miró una vez, ella lo tragó como una serpiente de río, el quedó sugestionado y ahora la busca con la esperanza de repetir el encuentro que ella lleva meses evitando.

“¡uuuhg, Barracuda!”…
Él entendió que ella no bajaría el volumen y se despidió resignado.

Levantó su desnudez de la silla de madera, por fin colocó la película. Adelantó con desespero. Ya se la sabía de memoria, se fue a la parte que le gusta donde está una hermosa jovencita de ojos grandes que hace un gesto fingido (pero perverso) con los labios que van acompañado en verso con sus mejillas y a la vez con sus pestañas y un ceño fruncido que parece que le doliera, pero realmente lo está disfrutando.

Esta vez suena “The rain song” y fue una interrupción urgente ¡Carajo!. Tuvo que levantarse. La canción era muy suave para su gusto. En  ese momento miró la jeringa dentro del mismo paquete donde escondía sus porno, el lubricante y una que otra pastilla para dormir. Sonrió y pensó que no era la ocasión.
Se deslizó complacida rodeando la silla, moviendo las caderas, drogándose mentalmente como ya antes lo hizo … “Heartbreaker” … llegará el momento en que la jeringa le haga el amor y le inyecte el deseado semen del aeroplano en las neuronas.

La imagen era la chica de espaldas al hombre un poco mayor. Comparó el clítoris de ella con el de la chica del video. Y comenzó a humedecer sus dedos, aunque no era necesario.
El ritual de su adicción mental, el ritmo de las guitarras, todo le dio, todo placer, todo oídos, todo sentido, todo imágenes, todo desnudez, dedos, letras, y finalmente el cansancio.

Se levantó entre agitada y relajada. Pensó “debo cortar mis uñas”. La música seguía, la película también, abrió las gavetas, sacó un pantalón roto en la parte delantera de las piernas y al nivel de las nalgas. Una blusa marrón con flores bordadas, el cabello despeinado.

Apagó la TV, colocó la película en el paquete donde seguía inerte la jeringa y el resto. La llevó hasta el baño.

Silenció la música y se fue a tomar un café.

sábado, 25 de junio de 2011

...

Iba hoy a narrar cualquiera de mis relatos absurdos y llega él. Su estado cambiante y deshilachado me apalean el alma.

Antes de su llegada estaba en mi cama, esperando la llamada del chico aquel que una vez me tocó el cuerpo, aún sin llegar a los senos, ni la entre piernas... ¡mierda! ¿qué pasó ese día?. En este momento tengo una mezcla fantasiosa donde lo olvido a él, paso de largo, y sigo con el estado cambiante y deshilachado de quien se acaba de ir. (Dije que llegó, pero ya se fue)
 ..................................Como quisiera tenerlo debajo del ombligo, para susurrarle la respiración agitada desde arriba, que cruce el camino de mis labios, pase por la planicie de mis senos y termine ondulando su escasa cabellera. El deseo es incontenible, la serpiente rosa quiere besar el suelo de su cuerpo, y hasta la sucia masculinidad de su brutal depravación al mencionar mi trasero y sus inofensivos calambres desde el torso al pubis que envenenan sus pensamientos y acaban desapareciendo con el liquido final.

Estos últimos días soy tan femenina, lo único diferente que he sentido es la obsesión, de matarlo quizás, ¡ah, y  la forma que miro a la muchacha que trabaja en el colegio que visito todas las tardes, es hermosa, siempre con su porte desarreglado, con el jeans que le marca la parte delantera se las caderas y entre las piernas apretadas, el lunar cerca de su ceja izquierda, la poca notoriedad de sus senos entre la blusa blanca ancha, y su forma de caminar. El rostro perfecto, y el cabello recogido con poco detalle, sin esfuerzo. La he imaginado desnuda, a veces, entonces pienso en mi instinto animal, el hombre dentro de mi cuerpo que fuma y conquista a cualquier jovencita en busca de experiencias homosexuales, de descubrir "cosas nuevas" (de ellas me aprovecho sin pudor)

Yo se que he dejado la perversión de lado (exceptuando la tarde aquella en que junto a ese chiquillo de 22 años comencé a chuparme el dedo en señal de lamidas y mamadas que él miraba en shock imaginando que podría ser su pene y constantemente de levantaba para "arreglárselo"). Estas caídas constantes se deben a un rara mezcla de oscuridad y brisas matutinas en mi habitación.

Que cosas, me acaba de llegar un mensaje al correo, seguido del antojo de una hamburguesa justamente cuando arrancha el grito de la lluvia.
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Vuelvo, en estado trepidante, pero no puedo seguir..

viernes, 17 de junio de 2011

VI

Quiero ver mariposas, esta noche, en la pared de la habitación de alguna niña mimada, entre pipetas y fantasmas psicodélicos, arco iris. Verla reír y lamer mis testículos de perro, como caracola baboseando la tierra.
Herirle la nariz pequeña e inocente, mancharle las venas, besarle el clítoris partiendole el  pudor en medio de sus nalgas que bailan cuando llevan un jean, y tiemblan frente a mi mientras absorben mi pene. 
Escucharla decirme "amor, amor, amor, no me hagas daño". Sonreír y tatuar una última mariposa entre el rosado de sus pezones virginales, maravillosa policromía en los relieves del dolor de las mordeduras, sus lunares masajeados y mi lengua con contraste con sus uñas amarillas. (Una canción dedicada desde los altavoces que hablan de la oscuridad de algo que desconozco...)
En otra habitación

jueves, 16 de junio de 2011

Efectos del sexo a través de una llamada

El  hablaba de manera natural al teléfono. Parecía que llevaban años de conocerse, pero las horas apenas habían pasado. Veinte minutos y la había invitado a una habitación barata. Ella se reía, de forma muy pícara, hasta que comenzó a susurrarle una leve agitación de la respiración. "Si vieras como sale la lengua de mi boca intentando buscar tu pene para lamerlo". 
Ella estaba segura que en ese segundo se produjo un torrente bizarro mental, sanguíneo, entre las rodillas hasta la punta de su miembro que comenzó a dejar una gota en su ropa interior.
Ella sabía jugar. Disimulaba sentir, y le hacía sentir. Él, quería seducirla con palabras relajadas. Todo comenzó de nuevo: "me encantaría que estuvieras en cama conmigo, abrir mis piernas para ti, dejarte penetrarme tan suave que la angustia te exalte y tomes impulso para meterlo mas duro. Quiero verme con la cara contra la pared mientras me das por detrás..." 
Entre frases y frases el comenzaba a tocarse. No podía verse a través del teléfono, solo podía escuchar un golpe a ritmo de un andante movimiento de la mano. Ella comenzaba a excitarse, aunque sabía disimular sus labios se hinchaban, la sangre brotaba ( el impedimento de masturbarse en la cama, pero igual siempre prefería hacerlo en el baño, con lubricante caliente y mucha libertad de dos puertas cerradas a seguro) 
No se masturbó.
El mientras tanto le llamaba "puta" y le pedía que lo fuera para el. Ella le prometía dejarse hacer todo lo que él pidiera.
Acabó. "Déjame levantarme y limpiarme".
Ella comenzó a cantar una canción. Dos minutos y se despidieron.  
La soledad de las paredes azules del baño, que tiene una linea de flores hechas a stencil le miraban abrir el lubricante de tapita roja, caliente, y la sangre se confundía entre sus dedos y la tapa. Hacía una fuente de lubricante alrededor de su clítoris. Buscaba un tubo transparente plástico que le proporcionaba placer y lo metía hasta el fondo de su vagina, hasta que relajaba la sensación de mareo por la fuerte respiración. Sonría al final.
Lavaba sus manos, lavaba su entre piernas manchada de lubricante mezclado con sangre, sentía las piernas cansadas, se limpiaba con calma. Lavaba el tubo y la tapa del lubricante. Subía su ropa interior. Miraba las flores en la pared, sonreía de nuevo, guardaba lo que había utilizado.
Autoplacer, autocomplacer, satisfacción.
Efectos del a través de una llamada

sábado, 21 de mayo de 2011

Amor, amores, y el amor, pervertido, en pervertida. Amor

Estaba enamorado. La veía y sin conocerla la dejaba pasar a mi lado, con ansias y anhelo.

Me estaba dando vueltas la cabeza,  como el girasol, iba mirando en torno a esa hermosa luz, aun sin tocarla.

Me masturbaba algunas noches y mi boca se secaba de saberlo,  no sentía vergüenza querer a alguien y masturbarme pensando en esa otra nena. Me desprendía de mi ropa interior, acariciaba mis senos, metía los dedos y estiraba mi brazo sin uso, y miraba a medias y mi imaginación la hacía penetrarme.

“Amo a alguien” le dije, “podemos estar los tres, me gustaría”  y prefirió no verme más.

El amor es axial, la felicidad también y sobre todo la pasión. Enamorarse de las cosas es igual que enamorarse de las personas; y así cada crisis la vivía por ella.

Esta noche he llamado al tipo aquel que me abrió las fosas,  para decirle que necesito hacerle el amor, que ya no soporto no tenerla.  Se ha reído de mí.

Ahora mi cuerpo de mujer necesita ser penetrado, no quiere tener esta soledad masculina, necesita desahogar la pasión por ella, poseerla.

Monté mis tacones negros, mi blusa holgada y me recogí  el cabello y agarré mi bolso rosado mediano, con unos pocos accesorios adentro y los instrumentos.

 Mi otro yo, él, manipulaba mi mente, una influencia que me hacía cambiar, me cortaba las uñas. Llegué donde aquel muchacho y acerqué mis labios a su cuello y pregunté por la nena. La calle estaba oscura, yo era desconocida, mi  él era astuto, usaba mis senos, seducía con mi lengua, hasta que el muchacho por fin la sacó de su bolsillo izquierdo.  Mi lengua baboseó mis labios, mi él comenzó a tener una erección mental. Al fin, ella La Nena.

La tomé despacio y caminé. Mis tacones se doblaban, el paso era sin ritmo. Mi corazón latía con tanta fuerza que llegaba a mis oídos, el zumbido del aire eran agujas  transparentes…

Agujas… (Suspiro)

Él no me dejó caminar más. Nos apartamos al baño de un antro del cual no recuerdo nombre, solo que las letras eran azules fluorescentes y era algo como “estrella…” o no se que. Unos hombres me miraron cuando entré,  el ambiente estaba cargado de humo, el ruido era rojo, las luces también, las chicas que bailaban estaban estéticamente desarmadas, pero usaban lindos tacones (tenían tiras casi hasta las rodillas, siempre quise unos así, un poco brillantes, y un tatuaje cerca del talón…) no pedí permiso y saqué de mi bolso un lápiz labial. Mis labios estaban cuarteados como  tierra seca. Pasé la puerta del baño. Unas mujeres rizaban más sus pestañas, todo era pestilente. La cerámica del piso intacta, al menos en aspecto no estaba desecho.

-¿Eres nueva?- preguntó una de senos medianos, al aire.
Sus pezones eran caramelo, caramelo de miel, sus caderas anchas, el pubis cubierto por un triangulo de tela aparentemente plateado. La miré por un segundo, y sonreí.

Entré, cerré la puerta, bajé la tapa del inodoro. No sé por qué miré a los lados, estaba encerrada, pero estaba nerviosa. Él salió de pronto, robó los implementos de mi bolso. Abrió el estuche, sonrió a la nena y le dijo, “al fin nos conocemos, al fin estas conmigo”. Pasó los dedos por la nariz, fuertemente y esta enrojeció. “Penétrala mientras yo las miro”.

El encendedor, la cuchara, la jeringa….

Ató el brazo. La cuerda era tan nueva como mis tacones. Apretó mi brazo. Y la desnudó a ella. Penetró en mis venas. Fue suave…

“Te amo”… y me olvidé del que me dijo que no quería verme más y fue cruel. Ahora la crueldad era risa, olvido y consuelo en la aguja. Bajé hasta el suelo, comenzaba  un orgasmo pasivo, delirante; los ojos hacia el techo del baño del antro de luces rojas, de mujeres y hombres que me miraron, ahora no me ven. Mi lengua pasó por mis labios,  mi él me amaba, la amaba a ella, yo me quedaba sin el amor del chico que se fue, comenzaba a florecer el girasol mirando la luz opaca del bombillo.

Sin determinar el tiempo del orgasmo acabé. Él se fue, ella quedó en mi, ya sabía donde encontrarla. Salí y ya no miraba las luces…

Nuevamente en mi habitación, descalza, masturbándome en el suelo, recostada de la pared. Sola.

sábado, 14 de mayo de 2011

El tratamiento

Se tiene momentos de stop hasta en la vida sexual. "Reposo sexual, y reposo físico" dijo el doctor. Para mi era lo mismo.

Una serie de medicamentos prescritos, algo no andaba bien con la regularidad de la menstruación. No era nada nuevo, pero estaba causando estragos en la cotidianidad, donde de vez en cuando me subía a los mejores "potros" y de donde me bajaba a velocidad por las escaleras para llegar más rápido a mi habitación.

"Siéntate a mi lado" (El doctor), yo me sentía como paciente de psiquiatría (debo confesar que no me gusta sentarme al lado del médico, me gustan las mesas y todos sus recetarios en medio).
"Verás, vas a tomarte estas pastillas, y esta la vas a colocar intravaginal, antes de irte a dormir"...

No es mi culpa, siempre se encuentra placer de alguna forma. A la hora que correspondían las medicinas fui, tomé jugo de melón y las pastillas. Antes de acostarme, la intravaginal. La saco, me bajo la ropa interior, abro un poco las piernas, y coloco la pastilla entre mis labios internos, y con el dedo medio comienzo a empujarla lo más adentro posible. Mi dedo queda totalmente introducido. Estaba ansiosa, lo saqué, no sabía si estaba bien ahí la pastilla, así que metí mi dedo para tantear, y nuevamente... (está lloviendo, suena el teléfono, mi madre se sienta a mi lado.. perdí el hilo de lo que estoy describiendo)
...
..
.
... y nuevamente siento la pastilla. Pero era un juego repetido. Ahora metí dos dedos. Bajé la tapa del inodoro, me senté, abrí las piernas, y seguí entrando mis dedos, estaba excitada, los labios se hinchaban. (Risas)

El doctor no me advirtió nada acerca de masturbarme.¿Eso estaba incluido en el reposo físico y sexual? ¿Será que también estaba prohibido?

lunes, 2 de mayo de 2011

Habitaciones Conectadas

No se bien que edad tenía. No se lo pregunté. Tampoco su nombre.
-¿Quieres mirarme?- me dijo, y yo con una sonrisa respondí que si. Obviamente, él no vio ese gesto de picardía.

Yo que siendo extraño, que cruzo los dedos para acariciarme, yo que con tal labia llevé a muchas personas hasta mi cama, y hasta mis caprichos placenteros, esta vez, me dejaba persuadir.
No tenía inhibiciones. Pero si tenía esas hermosas características masculinas que tanto me atraen: barbudo,  con gafas, cabello despeinado, manos poco delicadas (aunque debo confesar que tengo una confrontación mental, una guerra en cuanto a eso, a veces me gustan las manos delicadas, “manos de niñas”… Suena Pink Floyd por acá “Wish you were here”) un torso delgado, casi demacrado, una sonrisa de chico bueno, y esa línea bárbara de vellos que traspasa sin piedad las dimensiones del ombligo y abre una “Y” invertida,  entre su pene y los testículos, y se derrama en toda la zona.

-¿Pues, dime, qué te parece?
- Podrías obsesionarme- Respondí.

Realmente ya me había obsesionado desde el mismo momento en que colocó su sonrisa barbuda (acabó la canción de Pink Floyd, hay una brisa de fondo por acá y delirios de lluvia de medio día).

Su habitación también me obsesionó. Un largo sofá vino tinto que parecía terciopelo,  nada de cuadros en la pared ni adornos, estaba vacía y beige; una lámpara sobre mesa negra del lado izquierdo (del derecho, para mi que estoy frente a él) un cenicero del cual no fijé detalle. Ambiente oscuro. No era semejante a mi habitación excepto en eso, en la consoladora oscuridad.

Mis pupilas se dilataron y comencé a sentir esa fiebre entre las piernas que cada vez aumenta (pienso que si meten un termómetro hasta mi vagina, explotaría por lo ardiente del lugar). No sé bien por que razón me siento tan enferma cuando me excito. Una especie de inyección y coca invaden mi mente, pero realmente es un instinto animal de saborear, de salivar a la presa desde un rincón, desde el suelo, entre la oscuridad.

Se puso de pie y ya no veía su rostro, pero lo pensaba, lo imaginaba. Sus piernas delgadas también me excitaban. Comenzó a acariciarse el pene, y de pronto bajó su ropa interior y miré sus testículos.

Ya la verga estaba dura, manando líquido transparente en la punta. La primera lágrima y yo aceleraba el pulso y temblaba. La belleza de su desvergonzada apariencia me hacía abrir la boca.
Se sentó y el aspecto cambió, se veía más grande y se la acariciaba. Parecía muy mojada.
No decíamos nada. 

De pronto encendió un porro y ahí entendí que en mi se despertó mas que la morbosidad, el amor obsesivo. No era él, esa su tipo, su actitud, sus características.

-Veras salir, si te gusta, abre y saca la lengua.

Sonreí y efectivamente, salía su semen mientras yo abría mi boca, le prestaba mis labios y mi lengua.

De pronto un martillazo mental en la sien: “Nos hablamos mañana”, dijo, Estábamos en habitaciones separadas-conectadas.  
Hasta ahora, ya no lo he vuelto a ver.




viernes, 29 de abril de 2011

El escape

-Seamos extraños, le dije.

Comenzó a besarme y levantó el vestido rosado que llegaba por debajo de mis rodillas. Para hacerle más cómodo me di vuelta, y él podía apreciar mis caderas y los lunares de espalda.
Bajó mi ropa interior, y tardó un poco, (pensé) y finalmente asumí que era el acto de los segundos del preservativo, pero mientras lo esperaba desprevenida, él lo  metió sin aviso alguno.

Fue fácil, yo estaba excitada, lo estaba desde el mismo momento en que  salí por la ventana. El tiempo era aliado o enemigo. Me había escapado.
Mis labios vaginales hinchados como globos de ferias hacían fricción en su pene que entraba suave y salía con delicadeza.

-Hazlo duro, tómame por el cabello- le dije.
El sonrió, creo, o al menos escuché un sonido parecido a eso.

De pronto se hizo animal, arrancó el sostenedor de mi cabellera larga, y a esta la enrolló en su mano; eso hizo que a la vez penetrara más, parecía que había más profundidad cuando me jalaba el cabello.

Mis ojos se hacían blancos,  todo iba rápido, y fuerte, muy duro.

Yo abrí más las piernas para que fuera cómodo. Mi rostro estaba hundido contra la pared, pero la pared parecía de algodón que raspaba, me ardía. Llevaba ritmo el dolor y el placer.

El mientras tanto seguía su danza y yo olvidaba como mi mejilla se enrojecía.

De pronto lo dejó más adentro, sin moverse. Yo sentí como palpitaba su pene dentro de mi vagina y ese movimiento singular de gusano que no se ve, pero se siente fue lo que dio la palabra “acabar”.

Se quedó ahí por unos segundos, pero yo estaba aún en espera. No esperé.

Comencé a moverme, a empujarme hacia el, y llevé mis dedos que se humedecieron entre mis piernas, aún con su pene en mi vagina y comencé a acariciarme. El notó que yo estaba en el momento. Los movimientos circulares de mis dedos sobre mi clítoris esparcían la humedad, y en menos de unos segundos, dejé escapar una carcajada.

-¿Te da risa?- preguntó.
-Es un gesto involuntario de máximo placer.

Creo que él quería seguir, no se bien si fue así, porque de forma brusca me desplacé, mi vestido cayó de nuevo hasta por debajo de mis rodillas. Quedé frente a él y lo besé.

-Amigo, que esto no cambie nada entre nosotros ni lo altere.

Llegó un mensaje a mi teléfono: “Debí hacértelo cuando nos quedamos solos, en el lugar donde nos paramos a ver las flores”

El se fue al baño. Yo abrí la puerta y salí.

Crucé una ventana y tres puertas, la última, la del baño de mi habitación.

“Debí besarte los senos cuando puse mi cabeza en tu pecho, debí desabrocharme el botón del pantalón para sentir tu lengua en mi pene”.
Me senté en el suelo, y brutalmente me masturbé aún con la humedad del acto de unos minutos antes.

Otra risita. Otra risita más. Pocos minutos.

martes, 19 de abril de 2011

Del Instinto Asesino del Pervertido. Una tarde cualquiera

Después de haber vivido toda clase de desviaciones sexuales... (Creo que puedo mentir sobre eso)
Yo no quería hacerle daño. Quería todo arreglado, ser un héroe, llevarla a mi habitación;  pero los semáforos verdes me dan el paso, y los rojos manchan mis zapatos. No era justo, debía seguir.

Esta tarde, cruzando la plaza, los bancos y esa estatua horrible, la gente fumando como si nada, llegué a la parada de mi bus. Entre el ruido de los tipos gritando los destinos, apresurando a las personas a subirse y moverse hacía atrás, como si el espacio sobrara; me doy cuenta de pronto que una niña con camisa azul esta sentada en el puesto de espera de la parada de buses. Ojos verdes, morena de nariz redonda, cabello sin lavar, y un delineador rosado. Y veo una mano acercarse a su pecho: "Mucho gusto". Un tipo de unos treinta años, bajo, de piel blanca. Entonces mi mirada se centró en sus labios y aunque no lograba escucharlo, leía lo que decía "lindos ojos, me gusta como se te ven con ese rosado".

Ella no era linda, pero su mirada lo decía todo, ademas me miraba como pidiendo auxilio. Así que lo miré a él, y comencé a incitarlo. Me senté al lado de ella, hice lo mismo.

Justo caminamos calle abajo, hasta llegar a una de esas avenidas antiguas, solas, que tiene pared para resguardar las residencias de los vagos. Todavía guardaba mi rabia. Ella merecía que lamiera su rostro con calma, pero el merecía que lamiera su sangre. El la seguía mirando, era como un juego para el, y ella buscaba refugio en mi. Pero algo le dijo que no escuché y la vi sonreír.

Dejé de pensar, saqué mi tacón y con mucha fuerza lo llevé hasta la sien de aquel idiota que había robado la atención de la niña solo para el con cualquier tontería de vago, mal vestido. Como no tuvo mucho efecto, tomé una piedra y le di un segundo golpe en el mismo lugar aproximado.

El cayó, yo me concentré en la mirada de ella, hizo de sus ojos un par de faros verdes. Pero, ¿qué era? ¿Le preocupaba tanto la muerte tonta de ese mal viviente? ¿Hice caso a sus súplicas y se preocupa por eso?
Sentí ira y al momento en que quise hacerla caer miré abajo. Ella corrió, no me importó, estaba en estado de euforia. Una mancha de sangre se posaba sobre tacón, no sobre el rostro de ella como quise. Estaba sobre mi tacón. Pudo haber tocado cualquier parte, pero estaba justo a dos militemos por encima de la punta del frente de mi tacón. Se había incrustado en el relieve de la piel que lo hacia brillar. 

Tomé mis lentes color rosa, eché otro vistazo. Efectivamente, maldición!.
Calcé el otro con el que le di el primer golpe. Caminé a la zapateria, por unas siete cuadras. Tomé mis hermosos tacones rojos, los metí en la caja, como unos bebés heridos, que falta de compasión, haberles hecho esa mancha, era un verdadero crimen.
Tomé el bus y me fui a casa.

martes, 12 de abril de 2011

V

Tiene 16 y quiere llevarme a pasear. Yo le invité a mi habitación, pero llegó hasta la esquina. Sus vecinos son mis vecinos. Nadie me vería en esas cosas en una esquina. Estaba oscuro y hace mucho que no colocaban bombillas. Subí la basura y al lado de los desechos estaba ella, ella con sus 16 y sus aventuras arriesgadas. La había mirado antes; vive unas cuadras luego de cruzar la calle.
Inmediatamente mis manos se fueron a sus senos, pequeños. Los apreté fuerte y con mi otra mano sacaba mi verga y le decía "tócalo". Ella miró a su izquierda y luego a su derecha. Mi olor ya se pegaba a su blusa  blanca con flores negras. Bajé un poco y puse mi lengua en su pezón izquierdo. Ella después de pensarlo, con su mirada de chica de 16 me la agarró y con un magnifico arte comenzó a acariciar de arriba a abajo. Era una experta, y yo le sonsacaba a bajarse el pantalón. Había adrenalina. "Méteselo" gritó un tipo que pasó a velocidad. Yo estaba contra la pared y mi verga en su mano a punto.
Salió el vecino de la esquina y se detuvo a mirar quienes eran los de la oscuridad.
Me gustaba saber que la miraban con los senos a media exhibición. Desnudarse a veces no da más morbo. Metí la mano entre sus nalgas. Luego en su conchita, estaba bañada se sangre y la pude saborear.
Ella comenzaba a gemir mientras yo había explotado y dejado el liquido en su mano.
Ella lamía sus dedos y finalmente me hizo apretarla más, los dedos más adentro y con vehemencia lanzó un último gemido.
Sonrió. "Mañana voy a tu habitación, así deba entrar por la ventana", y bajé al mismo tiempo que el vecino que nos vigilaba, con mi mano ensangrentada, como acabando de cometer asesinato.

IV

"Quiero golpearte el rostro..."
Los cruces fueron interminables. La mujer que me veía pasar todos los días a casa, repetía siempre lo mismo   "¿tú no trabajas?". Llevaba aceleradas las piernas, el corazón y hasta el ombligo. Deseaba masturbarme, para consolar el encuentro aquel que me había puesto a temblar.
Ofrecía correas,  lamidas y mamadas heterosexuales y bisexuales. Un par de mechones menos y espirales de sangre en las tetas. Iba caliente, con la fiebre entre mis piernas escuchando Fin de Siècle ( aveces me desnudo con esta canción y termino meneando el culo hasta sudar...)
Entro a la Habitación. Corro al baño. Ahí están los estuches, unas pastillas, unas agujas, el café se quedó hirviendo ¡Maldición! otra vez lo imaginaba todo.
La habitación comenzaba a hacerse sombría, salió un largo tuvo transparente que parecía mojarse al llegar a mis manos. Bajaba mi húmeda ropa interior, con el néctar inicial de la excitación que huele y enamora el sexo como bestia, como perros detrás de las hembras malas que levantan la cola.
El café.... no importa. Tengo que curar esta fiebre. Lo meto a mi boca, lo mojo con mucha saliva, al llegar abajo solo se mezcla con mas humedad que va cayendo hasta el culo.
Lo empujaba fuerte como si quisiera que los labios entraran también con ese extraño tubo de plástico duro y transparente. Los dedos iba a la lengua y mas saliva trabajaba para el clítoris. En el camino de los dedos hasta la entrepiernas caían gotas sobre el pecho que se chorreaban como esperma huérfana.
Tenía el morbo en las sienes, las piernas abiertas, en el suelo del baño.
Cada vez lo metía mas y más, el clítoris se hinchaba como labios picados por abejas. La presión hacía fuerte el deseo de cerrar las piernas. Aumentaba el movimiento y sacaba y metía el tuvo, en el afán de acabar muy rico tomé un objeto que estaba cerca, no logré ver, sentía que podría expandir un poco más y lo metí por debajo. Si estuviera de frente a mi misma mirando eso, a través del tubo transparente podría ver como palpita adentro.
En tres segundo imaginé a ese tipo cogerme por el culo como lo había prometido, adaptándome, enseñándome, haciéndome Eugenia...
Puse los ojos en blanco. Surge esa especie de exorcismo inquietante, sale el demonio del placer. Sale el tubo al mismo tiempo, vuelvo a apretar las piernas, palpita fuerte la vagina. Vuelvo a mirar el ambiente, ya no está sombrío. Se ve la luz encendida, no recuerdo haberla encendido. Logro lavarme, "quiero dormir abrazado a ti"...
¡Mierda! El café