lunes, 2 de mayo de 2011

Habitaciones Conectadas

No se bien que edad tenía. No se lo pregunté. Tampoco su nombre.
-¿Quieres mirarme?- me dijo, y yo con una sonrisa respondí que si. Obviamente, él no vio ese gesto de picardía.

Yo que siendo extraño, que cruzo los dedos para acariciarme, yo que con tal labia llevé a muchas personas hasta mi cama, y hasta mis caprichos placenteros, esta vez, me dejaba persuadir.
No tenía inhibiciones. Pero si tenía esas hermosas características masculinas que tanto me atraen: barbudo,  con gafas, cabello despeinado, manos poco delicadas (aunque debo confesar que tengo una confrontación mental, una guerra en cuanto a eso, a veces me gustan las manos delicadas, “manos de niñas”… Suena Pink Floyd por acá “Wish you were here”) un torso delgado, casi demacrado, una sonrisa de chico bueno, y esa línea bárbara de vellos que traspasa sin piedad las dimensiones del ombligo y abre una “Y” invertida,  entre su pene y los testículos, y se derrama en toda la zona.

-¿Pues, dime, qué te parece?
- Podrías obsesionarme- Respondí.

Realmente ya me había obsesionado desde el mismo momento en que colocó su sonrisa barbuda (acabó la canción de Pink Floyd, hay una brisa de fondo por acá y delirios de lluvia de medio día).

Su habitación también me obsesionó. Un largo sofá vino tinto que parecía terciopelo,  nada de cuadros en la pared ni adornos, estaba vacía y beige; una lámpara sobre mesa negra del lado izquierdo (del derecho, para mi que estoy frente a él) un cenicero del cual no fijé detalle. Ambiente oscuro. No era semejante a mi habitación excepto en eso, en la consoladora oscuridad.

Mis pupilas se dilataron y comencé a sentir esa fiebre entre las piernas que cada vez aumenta (pienso que si meten un termómetro hasta mi vagina, explotaría por lo ardiente del lugar). No sé bien por que razón me siento tan enferma cuando me excito. Una especie de inyección y coca invaden mi mente, pero realmente es un instinto animal de saborear, de salivar a la presa desde un rincón, desde el suelo, entre la oscuridad.

Se puso de pie y ya no veía su rostro, pero lo pensaba, lo imaginaba. Sus piernas delgadas también me excitaban. Comenzó a acariciarse el pene, y de pronto bajó su ropa interior y miré sus testículos.

Ya la verga estaba dura, manando líquido transparente en la punta. La primera lágrima y yo aceleraba el pulso y temblaba. La belleza de su desvergonzada apariencia me hacía abrir la boca.
Se sentó y el aspecto cambió, se veía más grande y se la acariciaba. Parecía muy mojada.
No decíamos nada. 

De pronto encendió un porro y ahí entendí que en mi se despertó mas que la morbosidad, el amor obsesivo. No era él, esa su tipo, su actitud, sus características.

-Veras salir, si te gusta, abre y saca la lengua.

Sonreí y efectivamente, salía su semen mientras yo abría mi boca, le prestaba mis labios y mi lengua.

De pronto un martillazo mental en la sien: “Nos hablamos mañana”, dijo, Estábamos en habitaciones separadas-conectadas.  
Hasta ahora, ya no lo he vuelto a ver.




1 comentario:

  1. Hola Daffair, este es altamente erótico tus narraciones hacen honor al titulo del blog absolutamente pervertidos. ¿Te excitas cuando escribes? Creo que son como los dibujos eróticos el autor se "entona" cuando dibuja.

    Un Abrazo

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