"Quédate, todavía podemos fumar algo de monte y sonreír..."
Se dio la despedida, y antes de darse cuenta, al llegar a
la puerta, ambos quisieron que ella se quedara.
Vestido rosa y rojo
y pantalón suave que dejaba palpar las nalgas a todo dar. Entre un
abrazo y otras manos cayó en cuenta en que el placer de lo que le causaba
miedo también le hacía sentir "reina", así como
le fue anunciado a la salida.
El vestido se levantaba, las manos
acariciaban la entre piernas a pesar de la toalla y la menstruación. Una
lengua iba por la parte de atrás de su cuello, y la otra entraba por
su boca. Dos erecciones provocadas por un mismo objetivo. De pronto fue levantada
por el chico de los cabellos castaños. La llevó a la cama. La habitación era
estrecha y con muchos libros. Recuerda la coladora de café mezclada con la
jarra de agua, y los cuadernos de anotaciones, cercanos a un afiche y unos
adornos a los que entre el éxtasis no encontraba sentido.
El otro también se
recostó en la cama y le decía cosas al oído. Ella se dejaba llevar, haciendo
caso omiso de los minutos y el teléfono. Su velocidad descendía y los
chicos la disfrutaban. Ponían sus manos por todos lados, incluyendo su
cabellera larga, incluyendo sus pies sucios, incluyendo
su clítoris mojado de sangre y excitación.
Comenzaron a desnudarle y
ella no abría los ojos para no enfrentar la realidad, pero estaba ocurriendo.
Era su fantasía realizándose. Ya antes, mucho antes de creer que le
pasaría, había fantaseado con ser atacada por tres chicos que la desnudaban en
una calle solitaria y le arrancaban la ropa, que mordían sus pezones
mientras otro la violaba y otro la besaba.
No imaginó que ocurriría como esto,
un paso más allá de la fantasía, estar, en la realidad siendo abordada por dos
chicos.
El baile llegó al final cuando ella
se levantó de la cama y dijo que debía irse. Entre el ambiente irrepetible de
la cortina roja de la habitación, ella volvió a ser llevada a la cama y ya sin
pensarlo, mientras se subía los pantalones, a la fuerza fueron bajados
nuevamente. Un pene entró por su boca y el otro por su vagina.
La sangre de la menstruación se
encargó de lubricar y de dejar evidencia entre las sábanas viejas. El
movimiento de ella asumía un ejercicio total para todo su cuerpo, y ellos en su
propio nivel no dejaban de mirar el acto que había esperado quizás en
sus propias fantasías.
En apuro los preservativos salían
de una caja de esas de galletas de navidad. La tapa cayó y ella miró al suelo,
a su alrededor, el vello pubico de uno en su rostro, el pene de este en sus
labios y con un lento movimiento de ojos miró más allá las manos del otro chico
colocándose el preservativo, y de nuevo la penetración y los ojos cerrados, la excitación es una droga que te hace dócil y pervertido.
No
pasó mas que unos segundos y ella sintió el torrente pasar a través de su
vagina y ser rescatado por el látex. Un cambio rápido dejaba su boca libre. Y
otra penetración llegaba entre sus piernas. El que acababa de salir caminaba
hacia el baño y el de cabellos castaños quedaba para darse el placer final. Apretó
sus senos mientras afincaba la penetración en señal de haber acabado, y ella
mostraba el mismo final lanzando una "risita". Se levantaron ambos. Ella salió sin pensar en los fluidos o las
manchas de su ropa o las sabanas y se fue.
Ahora solo lo recuerda como una anécdota más de su lista de
adicciones y fantasías cumplidas.