Tengo el instinto asesino danzando como señorita de veinte
sobre la penetración de un jovencito de 16.
Que inminente juego se pasea por las calles y algunos
liceos, muchas veces cuando observo chicos de uniformes. Quisiera repetir
esos besos inexpertos que dejaban llanto y erecciones implacables e insaciables
de años primerizos. Seguro seria como devorar una presa luego de meses de
existencia, de hambre y sed. La carne desmembrada de los muslos, la vagina
ardiendo de aguante y esas ganas cayendo con poco peso sobre el vientre. Esa falta
de vellos púbicos en el pecho, y los labios girando a los lados como los
movimientos torpes de esa primera eyaculación sin soledad.
Entrar nuevamente a la habitación del pervertido...
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