sábado, 30 de marzo de 2013

Daffair y Lu


Todos saludaban, las visitas en su casa eran algo extrañas. El hombre no era alto, lo miré bien, era igual que su padre y llevaba colonia, lo que le hacía diferente en aquel parentesco con el resto de los hermanos de su padre. Él con leve desprecio rechazó su abrazo, ella igual lo abrazó.Yo seguí mirando la escena teatral de los resentimientos. Llegó el momento inmediato y ella no se despidió, le restó importancia pues todos estaban ahí.
Cuando la casa quedó vacía, el calor era insoportable. Estábamos ella y yo en la habitación, aunque no se daba cuenta de lo mucho que la observaba. Al sentirse libre cambió su vestido por una blusa larga y se fue por la casa, pero volvió a la habitación. La tv encendiéndose como su entrepiernas, el DVD y una de sus películas porno preferidas: una chica morena siendo cogida por un tipo al que no se le ve el rostro.
Se sentó en la silla blanca, abrió las piernas, y mi mente decía "el cachetero rosa abajo"; su comodidad la sorprendió y solo éramos en uno los dedos, la mente, el olor en sus hombros de la colonia de su tío y las imágenes de la porno y de su propio cuerpo ahora delgado, con la piel de los muslos flácidos, sus rodillas a medio flexionar, el lunar cercano a sus labios externos. Frotó tan fuerte sus dedos en su clítoris que no llegó al momento de penetrarse la vagina y ya había terminado. Entre sus nalgas había sudor, entre sus costados y su pecho. Le lengua salia invocando mamadas monárquicas de las que sabe brindar.
Todo apagado, afuera, se sacudió las ganas y yo su mente; ella, mi habitación

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