miércoles, 31 de agosto de 2011

VII

Una plaza... el mal Heavy Metal del grupo desconocido. Sus sombreros de cuero y franelas cortadas vulgarmente para exhibir los costados. Su primera borrachera pública, el extraño sabor del olvido del chico de la otra ciudad, su momento de viaje cósmico negándome la oportunidad...
Sacó 2 Bs.F y le dijo: "Te pago 1 Bs.F si te lo dejas mamar aquí, ante tus amigos y todas esta gente que nos rodea."
-Te pago tu Bs.F y te dejo los 2 Bs.F si me das dos mamadas aquí mismo-. Esa fue la respuesta.

La risa inevitable. El suelo mojado, su pantalón mojado y roto hasta la exhibición de sus nalgas. El humo de los porros, las gotas de los árboles escurriéndose. Cazador malherido. Otra risa, la batería del teléfono descargada.

Habría deseado ir detrás de cualquier escultura, o la otra plaza de más allá, entre la oscuridad se lo habría hecho, pero ella se fue, sonriendo a la gente que se drogaba y los tragos pasando a destiempo. Consiguió al chico con que salió de casa y se fue.

Mal día para un pervertido....

viernes, 26 de agosto de 2011

Más allá del asco del amor...

Si pudiera diría el color de sus ojos. No lo recuerdo. Pero recuerdo perfectamente sus pies, su costado izquierdo, su frente, su cabello de estopa corta enroscada, su lengua y sonrisa, y su… su…

Al salir del baño nos sentamos en una cama pequeña, ajena, con sábanas de no recuerdo que color (Debería yo asistir a las fotos para recordar el detalle de los colores de las sábanas, últimamente carezco de memoria a largo plazo). Yo llevaba una toalla y me agaché para llenar mi cuerpo de crema con olor a cayenas y rosas. De pronto sus manos entraban por mis piernas a medio abrir y sin darse cuenta untaban al mismo tiempo la fragancia.
Tenía la piel morena, no como cualquiera; era la piel cubierta por las letras del sol, los pies limpios, y tocaba con la experiencia misma (tan personal y suya) del chico que ha conquistado mujercitas, mujerotas, y mujeres.. mujeres, en su estado de etílico movimiento sanguíneo o bajo el nombre de María. Que Dios lo bendiga por eso. Yo le habría puesto, (si nos hubiéramos encontrado una segunda vez)  la línea de la Reina entre mi vello púbico y mi ombligo nada más para ver como desaparece entre sus fosas mientras corre el fluido de mi vagina al colchón. 
Sus manos tocaban mi lengua y mi lengua lamía su pene. El asco del amor, la mierda del amor... la penetración del amor, el semen del amor, el sexo del amor.
Acabadas dos veces, así, sin más detalles, lamí de nuevo hasta su cuello, y hasta la oscuridad debajo de sus testículos.

Salí a darme un baño, nuevamente, y comprendí lo que hay más allá del asco del amor...