martes, 24 de julio de 2012

Desde el lado de "Geminiano"


"Si no tuvieras esos años, y si tu pene sobrara tamaño en mi boca, te diría que esto me vale poco..."

Estas letras no son mías, pero son una entrada a La Habitación del Pervertido, cortesía de Frances Twing Quid Bohemia (http://www.seamospuroego.blogspot.com/) Gemimiano ahora... Agradezco el tiempo de espera. 

Y revolviendo en mi inconsciente consiente de todo mí alrededor, encontré un cuarto lleno de féminas que rogaban por mi sexo y yo, sin ningún asco, penetraba a todas.
Todas aquellas mujeres con las cuales soñé y con las cuales no, todas aquellas que desconocía y conocía, de todos los colores y todas las edades.
Mis escrúpulos jadeantes morían en un rincón alejado del cuarto, donde se llevaban a cabo todo tipo de actos sexuales. Felatíos, penetraciones anales y vaginales, tortura de pezones, y eyaculaciones que rebosaban los orificios.
Como zombies se abalanzaban sobre mi, hambrientas de un miembro, yeguas salvajes indomables que cegadas por la luz ultravioleta buscaban el semen en sus bocas.
Fui criándolas sexualmente, como cachorros, como objetos, culminando así la matanza de mi moral.
Pase un largo lapso dentro de ese cuarto, donde los anillos de sus anos apretaban y exprimían mi orgullo, donde sus vulvas lo acariciaban, desde el glande, hasta la base. Derramaba entonces mi esperma en el interior de sus gargantas, llenaba sus bocas de dicha sustancia, sus cuerpos también.
Todas sus personalidades eran distintas, y sin embargo, todas disfrutaban tanto la lascivia que les brindaba, que las 24 horas se perdían en el sexo, con todas y cada una de ellas en distintos momentos, en cualquier momento.
Terminaban de hacerlo, se bañaban y vagaban por la habitación consumiendo sus drogas, desnudas por supuesto.
Yo, hacia lo mismo pero vestido, la ropa generalmente duraba solo unos 20 minutos.
Un día, decidí salir de la habitación, sabiendo que ahí estaría, ellas simplemente empezaron a masturbarse y a lamerse entre ellas.
Mi moral jamás volvió, y fue lamida por esas bellezas, penetró cada uno de sus cuerpos, dejando un poquito de si en cada una de esas perfectamente proporcionadas figuras.

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