martes, 19 de abril de 2011

Del Instinto Asesino del Pervertido. Una tarde cualquiera

Después de haber vivido toda clase de desviaciones sexuales... (Creo que puedo mentir sobre eso)
Yo no quería hacerle daño. Quería todo arreglado, ser un héroe, llevarla a mi habitación;  pero los semáforos verdes me dan el paso, y los rojos manchan mis zapatos. No era justo, debía seguir.

Esta tarde, cruzando la plaza, los bancos y esa estatua horrible, la gente fumando como si nada, llegué a la parada de mi bus. Entre el ruido de los tipos gritando los destinos, apresurando a las personas a subirse y moverse hacía atrás, como si el espacio sobrara; me doy cuenta de pronto que una niña con camisa azul esta sentada en el puesto de espera de la parada de buses. Ojos verdes, morena de nariz redonda, cabello sin lavar, y un delineador rosado. Y veo una mano acercarse a su pecho: "Mucho gusto". Un tipo de unos treinta años, bajo, de piel blanca. Entonces mi mirada se centró en sus labios y aunque no lograba escucharlo, leía lo que decía "lindos ojos, me gusta como se te ven con ese rosado".

Ella no era linda, pero su mirada lo decía todo, ademas me miraba como pidiendo auxilio. Así que lo miré a él, y comencé a incitarlo. Me senté al lado de ella, hice lo mismo.

Justo caminamos calle abajo, hasta llegar a una de esas avenidas antiguas, solas, que tiene pared para resguardar las residencias de los vagos. Todavía guardaba mi rabia. Ella merecía que lamiera su rostro con calma, pero el merecía que lamiera su sangre. El la seguía mirando, era como un juego para el, y ella buscaba refugio en mi. Pero algo le dijo que no escuché y la vi sonreír.

Dejé de pensar, saqué mi tacón y con mucha fuerza lo llevé hasta la sien de aquel idiota que había robado la atención de la niña solo para el con cualquier tontería de vago, mal vestido. Como no tuvo mucho efecto, tomé una piedra y le di un segundo golpe en el mismo lugar aproximado.

El cayó, yo me concentré en la mirada de ella, hizo de sus ojos un par de faros verdes. Pero, ¿qué era? ¿Le preocupaba tanto la muerte tonta de ese mal viviente? ¿Hice caso a sus súplicas y se preocupa por eso?
Sentí ira y al momento en que quise hacerla caer miré abajo. Ella corrió, no me importó, estaba en estado de euforia. Una mancha de sangre se posaba sobre tacón, no sobre el rostro de ella como quise. Estaba sobre mi tacón. Pudo haber tocado cualquier parte, pero estaba justo a dos militemos por encima de la punta del frente de mi tacón. Se había incrustado en el relieve de la piel que lo hacia brillar. 

Tomé mis lentes color rosa, eché otro vistazo. Efectivamente, maldición!.
Calcé el otro con el que le di el primer golpe. Caminé a la zapateria, por unas siete cuadras. Tomé mis hermosos tacones rojos, los metí en la caja, como unos bebés heridos, que falta de compasión, haberles hecho esa mancha, era un verdadero crimen.
Tomé el bus y me fui a casa.

2 comentarios:

  1. Hola Daffair, tuve que leer el post un par de veces para entenderlo. La violencia justiciera! Cómo manchar los zapatos con la sangre de ese pervertido! Un crimen!

    Un abrazo

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  2. me encanto este post.. quería saber si me permites usarlo en un proyecto de mi clase de televisión...es algo fuera de lo común por lo cual me parece interesante

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