martes, 5 de abril de 2011

La Habitación

Bufandas brillantes. 
De alguna forma hay que comenzar. Aunque realmente lo que destaca, al abrir la puerta marrón rosa, es una cortina floreada marrón rosa (también, si) y el afiche de una mujer de espaldas, con cabello largo que muestra sus curvas morenas y unos lunares que crean incógnitas y morbosidades.  A lo lejos no son visibles. 
Las paredes parecen rotas, más bien deconstruídas por los trabajos de albañilería de los ratones nocturnos, cucarachas con martillos. Y todo aquel ruido de madrugada. 
El piso no ha sido barrido en días,  y las esquinas tienen montones de escombros disimulados. Libros de silla, libros de cama, libros en estantes, libros de suelo en montón. Una cama sin cabecera. Sexo, olor, sexo, olor a sexo. Lo mejor no es asomarse bajo la cama. A la derecha, luego de entrar, una puerta pequeña que da al baño. Todo pervertido tiene una habitación con baño, de lo contrario la abuela, o la madre, quizás la hermana con urgencia de afeitarse entre las piernas (porque esa tarde verá al novio, o a cualquiera que acaba de conocer por internet que le hizo palpitar los labios externos y los internos de… bueno…) pueden interrumpir los momentos de planes de morbosidad a aplicar. El baño tiene un charco constante de agua, el lavamanos no funciona, al menos la regadera si. A veces se necesita agua fría. Las paredes del baño son azul, las de la habitación, rosado fuerte. Tanto rosado. Los cuadros en las paredes describen El teatro de la infancia, los vicios de la adolescencia y las habilidades artísticas de adulto. 
Los vicios persisten, aun, después de la adolescencia. La tv, una computadora personal, y muchas almohadas sobre una cama individual. Retratar la habitación no es tan complejo como retratar la habitación mental. 
Próximamente….

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