martes, 5 de abril de 2011

De los relatos del Pervertido (2)

Tu obsesión. Puede desfigurarme, quizás una tarde en la que el suelo se pinte de verde en puntas, negro en raíz. Puede quizás clavar las agujas en mis pezones y deshilacharlos para tejerse el abrigo de la morbosidad, la impaciencia de la sangre en los dientes por el golpe de sudor. Pasear mientras mis cejas se caen, mientras las tijeras de la pudrición queman mis cabellos. Su orgasmo en mi vientre, la lengua de la caricia partida como uñas de niñas violadas, contra el asfalto, con el rostro hundido entre los rastros de perros sarnosos.
Mi otro yo, tu.
Así ahora en este cuerpo poseer, mi permiso, de poseer, enfriarte los pies hasta que los dedos se caigan por gangrena y seguir posesivo, no dejar a los gusanos, así comerlos y masticarlos para tener tu carne dentro de ti. Lamer la enfermedad de mi paladar hambriento, desde el cuello desgarrar el deseo, con las uñas morder tu espalda. Te doy mi permiso, otra vez.
¿Cuantos dedos quieren adentro?
Y los dedos entran hasta extraerte los tragos tomados aquella madrugada en que, con cuatro brazos encima bailaste y con cuatro piernas te ocultaste de mí. Ahora te veo tan sola, tan mía, tan mujer y sensuales rodillas manchadas con pintura de mis labios. Y así los lunares, cortados con hojillas de nuestro recuerdo de bocas en el baño, de manos en el suelo, de posiciones preferidas.

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