lunes, 26 de diciembre de 2011

X

El ojo izquierdo tiene un tic insolente que se hincha y se desangra la nariz que parece crecer cada día más.
Antes no se creía partícipe de amor con seres ocupados, o preocupados por la cama de una mujer, o de un hombre, porque siempre sabe elejir (así, no sabe aún escribir correctamente la palabra) y entonces siente frustración por su pedofilia, por su ciclotimia y la claustrofobia en los buses.
Hace un año que encontró su espejo y de la misma manera lo rompió. Descubrió un fatídico enlace cósmico entre las personas de este medio y el otro, con grietas y basura, no lo conoce, pero surge a través de colores impuros y a veces espectros de luz radiante como gorros de baño, así como las botellas de vino. 
El líquido le hacía desmayar, pero la botella tenía la perfecta forma y el frío que le daba placer entrando en la vagina, de rodillas en el baño de su habitación, la habitación del pervertido, que aveces era solo el cuarto de risa. 
La depresión alterna como los dibujos de la pared: Un espantapájaros, un juglar, un rostro hundido en un espiral azul, violeta y rojo y una gama de bajas memorias que le caracterizan. Cada vez que cambiaba a su condición de hipomanía, cambiaba su nombre, su forma de gestos en los labios, como si le molestasen los dientes y la lengua, la lengua que lamía sus dedos para acariciar sus pezones en la soledad.
Sólo estos días se había masturbado unas 16 veces, insistiendo en llegar un hilo de saliva espesa a los pezones, en sangrar los codos e inventarse una nueva forma de placer, mientras comenzaba el siguiente juego, consecuencia de su mirada, la que era otra, no el que se nombra al final.
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Y las últimas palabras leídas:
"Pervertida te deseo.
  • No limites"

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