domingo, 12 de febrero de 2012

XIII

La calma...


No pasó nada en noches anteriores, excepto por la botella escurriendo la sangre al salir de la entre piernas. Fue ligero el verde y el rojo del placer.
Mientras lo hacía, sentada en el suelo del baño -su eterno refugio de llanto, alegría, arte, lectura y actuación frente al espejo- pensaba en una serie de personas que pudieron estar en ese momento ayudándola en la tragedia personal que es satisfacerse. 
Podría crear el alfabeto, pero seleccionó algunas letras que formaban nombres tanto en masculino como en femenino. Los primeros introducían su miembro, y cuando pasaba al otro género, era una mano delicada de uñas esmaltadas las que introducían la botella de vino que usaba para el acto.


Finalmente entre nombres y falta de selecciones, miraba al techo, se olvidaba de la puerta y los ojos quedaban más cubiertos con los párpados habituales del vicio de las pastillas, casi la misma caída del estado de relajación, pero con un palpito que anunciaba quedarse a esperar.


Nuevamente la calma...

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