sábado, 11 de febrero de 2012

XII

Es una lástima que yo tan huesuda y moribunda, no logre agarrarle como gallina, partirle el pescuezo y engancharlo a una cama desecha. Si no fuera porque me desangro por la vagina, le haría derramar líquidos vibrantes por el miembro, los ojos, y la lengua…aunque combinado al magenta haría una hermosa obra de arte, o un rosa esparcido adentro, hacia adentro.
Tal vez la creatividad de sus catorce años le haga idear algo dominante a las composiciones de colores. Posiblemente la mezcla de sensaciones, pero lo dudo.
Catorce años le haría favorable al sexo anal… menos dolor; pero es preciso un poco más que eso: que la boca quede llena, que la garganta se apriete con la asfixia, que los labios internos se desplieguen contra las paredes y los golpes en el interior llegue a las rugosidades de las caderas.
Mientras eso llega quiero encontrar al que fuma, porque si fuma hace bien el amor... aunque eso puede ser falso. Llevarlo una noche directo a un antro de la Av. 99, ofrecerle vino, sentado en la acera, frente al terreno de la casa en ruinas.
La calle es desierta a esa hora, entonces dejaré que su mano, la no ocupada, la que no lleva el cigarro, entre en mi falda de lunares blancos con fondo negro; que el pestañeo intermitente consecuencia del humo, disimule la excitación de que alguien pase.
Observar como empaña bien la mano con el frío del vaso plástico, y lubrica los muslos con gracia. Que sea el experto en parecer que nada suceda. Las ambiciones de la penetración. La experiencia obvia del que no tiene el de catorce.

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